sábado, 5 de junio de 2010

Espuma de esferas coloridas



Los ángeles no mueren, me dijo mi madre al momento de entrar a una iglesia. ¿Y como no van a morir, si cada uno de nosotros lo hace?. Astor nos muestra como la vida se regenera en cada nota, en cada colorida escena en la cual se intercalan movimientos solventes que revientan como si fuera una espuma de esferas coloridas desde los lugares mas recónditos de nuestras conciencias. Con su saga de ángeles, no se que esperaba Piazzolla, pero de seguro que creía que los ángeles morían, por lo que oigo se regeneran en cada nota que toca, parecen morir al alero de la virtud humana, buscan trascender, pero lo logran?. Son personajes oníricos de un mundo que materializa las cosas, no los define, simplemente los comenta como si cual espíritu de la música fueran. Lo que no vemos, pero si logramos percibir al momento que nuestro corazón palpita al ritmo de las notas y acordes producidos por un piano.
Creo que fue el primer tema de Piazzolla que escuché y al parecer me gustó mas que mucho; su propuesta para un siglo XX es tentadora, parte de un BOOM! artístico que motivó a latinoamérica completa a retratarse.

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Entre lo humano y lo divino, entre la mortalidad y la eternidad. Gilgamesh y los puentes con lo celeste.


A lo largo de la obra de Gilgamesh o la Angustia por la muerte se aprecian puentes de acercan a lo humano con lo divino, que un juego de símbolos nos entrega antecedentes de la constitución religiosa sumeria y del como el ciudadano sumerio se siente relacionado con esta. La aproximación existente entre dioses y personas se presenta de manera cercana, ya que encontramos diversas situaciones en las cuales se invoca a lo divino y esto le responde de manera casi inmediata, algunas de las cuales revisaremos en este ensayo. Considero la meditación como un acto de humildad, como el pedir a la divinidad, un milagro, un favor, un desenlace favorable, es una muestra de sencillez y miedo que es propio de lo humano (pero no intrínseco), representa la fiel distinción del proceso de humanización que logra el Rey Gilgamesh, héroe dos tercios divino, quien fue capaz de bajar sus rebeliones personales, sus altivos pensamientos y tratos sobre la Gran Uruk. Encontramos así que la humanización que sufre Gilgamesh no es gratuita; en un principio el personaje no llega a este estado por medio de una introspección profunda, ni mucho menos por consejo de alguien, sino que se ve amenazado por Enkidú que moldeado a base de barro por los dedos de la diosa Aruru, cual si fuera Adán, logra convertir al protagonista, luego del enfrentamiento en la plaza, centro de la ciudad, en donde Gilgamesh se arrodilla ante Enkidú, seguramente comprendiendo el designio de los dioses, idea que se repite en la Biblia como metáfora de la sumisión a Dios.

Si por símbolos se tratara, el personaje de Enkidú es de difícil interpretación, ya que perfectamente puede representar al mundo nómada que fue absorbido por el “torbellino cultural” sumerio. Pero este a la vez no fue asimilado en su totalidad: fue Enkidú quien lleva a Uruk, el Radil un sistema de valores que el pueblo aclama y pedía a punta de oraciones a los dioses, quienes respondieron de una manera material y concreta. Aunque humaniza a través de la confrontación, extermina así la opresión que sufrió su pueblo por culpa del soberbio Gilgamesh y democratiza el Carpe Diem a cada uno de los habitantes, por lo que, no hay duda de que personifica un proceso de inmigración que sufre Uruk, distinto al semita, en el cual uno más uno sumarán una nueva sociedad, se complementarán a tal punto que este uno más uno será invencible, mas allá de los bosques de cedro, mas allá de la destrucción que sufra la ciudad, mas allá de la misma muerte; tal cual como la cultura sumeria se expandirá a lo largo y ancho de las planicies de los ríos Eufrates y Tigris.

La vida urbana no convence a Enkidú, ya que el paso de una vida animal a una humana le exige el aprender a vivir por sobre lo que es sobrevivir; lo que lo lleva a una depresión que se solucionará a través de la invitación que le hace Gilgamesh de ir al bosque a suprimir la tempestad de la tierra representada por Huwawa y también a cortar cedros, madera de importancia por su utilidad para construir barcos. Enkidú se entusiasma con gran facilidad, termina por alentar a su compañero de las inseguridades que posee para poder enfrentar la proeza - Nosotros también tenemos fulgor divino- También tenemos algo de dioses, ¡por que no poder! Adelante Gilgamesh que juntos hacemos mucho mas que dos. Faltó poco para escuchar un “Somos más fuertes que el olimpo”, como diría Fito Páez en su canción “11 y 6” a esta situación. -¡Toma mi mano compañero/ vayamos juntos! / Que el combate encienda tu corazón / olvida en la muerte, piensa en la vida!- Esta es la forma que piensa, en un principio, Gilgamesh que puede lograr la inmortalidad; a base de una idea romántica y épica de transformarse en héroes trascendentes más allá de las murallas que impone el tiempo. Pero a través de esta forma de trascendencia no se sobrevive, se muere por ella. El miedo llena el corazón de Gilgamesh, y se manifiesta, también, a través de sueños que a simple vista parecen pesimistas. ¡Deja de lado los miedos y prosigue a continuar la búsqueda! –Por que tengo miedo, / habré de ir, justifica Gilgamesh incluso antes de salir de la ciudad. Luego de internarse en el bosque el dúo logra su objetivo. Derrota al custodiado por Adad, dios de la tempestad y cortan cedros para la construcción de una gran puerta que servirá de portal para el templo de Enil (quien puso a Humbaba para cuidar su bosque), así contrarrestar la furia del Dios que junto con el auxilio que presta Shamash en la lucha, son puentes claros de la cercanía existente entre los héroes y los dioses, mas allá de su origen semidivino.

La epopeya está marcada por una serie de conflictos producidos de la ambición de trascendencia. Gilgamesh rechazará a la diosa Ishtar quien le ofreció su cuerpo que ha pasado por muchos y esos muchos han sufrido un temible desenlace. Furiosa por la negación de Gilgamesh, obliga a Anu a que envíe un toro a la Gran Uruk, con el objetivo que derribe a nuestro protagonista. La interpretación del toro corresponde a un gran cataclismo ocurrido en Uruk; que utilizado como un símbolo de fuerza en las civilizaciones antiguas, destroza la ciudad. A través de la confrontación nuevamente se origina una especie de reconstrucción, y las consecuencias marcaran el futuro del protagonista. La gran catástrofe enfurecerá a algunos dioses, en donde Enlil decide arbitrariamente sobre quien focalizar su rabia, dejando a Enkidu con un gran mal, enfermedad terminal que finalmente acabará con sus días, provocando un nuevo giro en la historia. A Gilgamesh le conmueve enormemente, no solo por que su amigo se ha muerto, si no que se ve reflejado en él y siente que tarde o temprano le saldrán los mismos gusanos por las narices. Los dioses son los inmortales, a los humanos les queda solo el conformarse con morir y estar concientes de aquello. Desde esta reflexión, Gilgamesh buscará como perpetuar su inmortalidad como Utanapístim, que considerado como el Noé sumerio, ha sido el único en poder triunfar sobre el designio de la muerte, en recompensa de salvar a la humanidad del gran diluvio. Su búsqueda parece imaginaria; los lugares a los que asiste parecen no ser reales. Una especie de viaje extrasensorial y místico lo hace envejecer y despojarse de muchas de sus cualidades, que como un retrato de la obsesión en vida lo acerca cada vez a la imagen desposeída de la muerte. Al final de su viaje se encuentra con su objetivo, se entrevista con Utanapístim, quien le cuenta como los dioses lo eligieron a él, y que su recompensa no es reproducible en el curso de la historia; por lo que en acuerdo con su esposa le otorga el secreto de donde se encuentra la planta de la juventud. Gilgamesh la rescata de las aguas, pero esta es devorada por una serpiente, dejándolo sin "pan ni pedazo", solo con el conocimiento pesimista de la mortalidad humana, olvidándose seguramente del carpe diem sumerio, observando los ladrillos monumentales de la construcción humana de lo que fue su morada.



SILVA CARRASCO, JORGE. Gilgamesh o la angustia por la muerte. Colegio de México, Centro de estudios de Asia y África. México.