sábado, 4 de junio de 2011

Abedules.


Se me eriza la piel al presenciar un traje verde olivo. Se me eriza la piel, el pensar ser detenido. ¿Hasta donde lo erizado que he estado se compara al sufrimiento?. Si he sentido la violencia, en aquellos aspectos que me son mínimos, pequeños y que poco a poco se vuelven cotidianos... como ponerme en el caso, del ocaso vivido por aquellas 5000 y muchas mas personas. Mi memoria no da para alcanzar aquellos aspectos. Mis sentidos me traicionan al querer ponerme en su lugar. Porque la crueldad que se ha vivido, ha quedado en los corazones de los sobrevivientes, y en el alma de aquellos que no sobrevivieron. Son construcciones abandonadas en el camino de la verdad. Son construcciones abandonadas por el juicio, por la razón. Son edificios, locos a los ojos de la justicia, amarrados al ceno de la virtud, atados también, a la necesidad de ser silenciados. Por que hasta el día de hoy su silencio se respira, y su amor por la convicción me enamora.
Esos abedules solitarios que me hicieron respirar hondo, y ser uno de ellos por un instante, se manifestó en una lagrima, olvidada lagrima del dia de hoy. Sollozos rápidos, continuos de esa alegría-dolor-rabia-tristeza-esperanza. Esos abedules, arboles de aspecto fragil; aquella metafora visual tan bien pensada.
No sabría concluir este escrito. Sé que debería colocar algo como esperanzador. Pero la nostalgia del momento me impide proyectarme en esas oraciones en estos instantes. Seguramente concluirá mas adelante. Solo el paso del tiempo y nuevas experiencias, harán de la reflexion un nuevo momento.